Hablamos con la terapeuta ocupacional, Paloma Peña

     febrero 6, 2013

    En esta ocasión tenemos el gusto de presentaros a Paloma Peña, terapeuta ocupacional especializada en daño cerebral adquirido ¡Gracias por tu tiempo Paloma!

    Paloma Peña nos explica qué es el Daño Cerebral Adquirido

     

    Paloma, para sentar conceptos claros nos gustaría saber qué es el daño cerebral adquirido (DCA) y los tipos más frecuentes.

    La definición que más me gusta es la que nos ofrece la Federación Española de Daño Cerebral, que lo define como “una lesión que se produce en las estructuras cerebrales de forma súbita en personas que, habiendo nacido sin ningún tipo de daño en el cerebro, sufren en un momento posterior de su vida, lesiones en el mismo como consecuencia de un accidente o una enfermedad”. Esto lo diferencia de las enfermedades genéticas (síndrome de Down, parálisis cerebral) o congénitas, las neurológicas degenerativas (esclerosis, Parkinson) y las enfermedades mentales.

    Los tipos más frecuentes de daño cerebral son los traumatismos craneoencefálicos (debidos a accidentes de tráfico, laborales, deportivos, caídas o agresiones), accidentes cerebrovasculares o ictus, anoxia cerebral (tras un infarto de miocardio el cerebro sufre una pérdida de oxígeno demasiado prolongada que produce los daños) y los tumores cerebrales.

     

    ¿Cuáles son las secuelas más frecuentes en caso de haber sufrido algún tipo de DCA?

     

    El daño cerebral produce secuelas que corresponden a funciones completamente dispares y que afectan a todos los planos de la persona (físico, psicológico y social). Estas secuelas aparecerán en función del área cerebral que haya resultado dañada y están influenciadas por las características de la persona anteriores a la lesión. No encontraremos dos casos de daño cerebral iguales. Podemos dividirlas en:

    a. Alteraciones físicas: Trastornos motores como hemiplejia, trastornos sensoriales, epilepsia.

    b. Alteraciones neuropsicológicas: Pérdida de memoria, de capacidad de atención y concentración, de razonamiento, cambios de humor, déficits para la lectura y escritura, problemas de comprensión,…

    c. Alteraciones en las actividades de la vida diaria: dificultades para caminar, dependencia de terceros para vestirse, alimentarse, asearse.

    Debido a las alteraciones señaladas se presentan dificultades en las relaciones sociales, pérdida de la actividad laboral y deterioro en las relaciones familiares.

     

    Nos gustaría saber tus motivaciones personales y profesionales que te llevaron a especializarte como terapeuta ocupacional, más concretamente en el tratamiento de DCA. 

     

    Desde niña me han atraído los trabajos con gran componente de ayuda a los demás. En mi familia paterna hay varios miembros relacionados con el campo de la psiquiatría y he tenido contacto con enfermos mentales de manera normalizada. Por eso cuando me enteré de la existencia de una carrera llamada “terapia ocupacional” lo tuve claro. La especialización en daño cerebral fue casual y determinada porque el primer trabajo en el que ejercí como terapeuta ocupacional fue en una asociación de familiares y afectados por daño cerebral adquirido. Allí me enamoré de un ámbito tan asombroso como desconocido.

     

    Como experta en terapia ocupacional, ¿qué características concretas de tu trabajo con personas con DCA no son aplicables a otros pacientes?

     

    Debido a la enorme diversidad de secuelas a tratar en estas personas, más bien diría que hay características aplicables a otros pacientes que no son aplicables a personas con DCA. Cuando además de una secuela física hay presencia de deterioro cognitivo los métodos de tratamiento habituales no resultan válidos.

     

    Tenemos un especial interés por las personas mayores y tenemos la creencia de que son personas con mayor predisposición a sufrir ciertos DCA, ¿estamos en lo cierto? ¿Hay algún tipo de medida preventiva contra estos males?

     

    En efecto, a partir de los 60 años aumenta el riesgo de padecer un ictus. Para prevenirlo podemos actuar sobre varios factores de riesgo: controlar la hipertensión arterial, si se padece enfermedad cardíaca o diabetes realizarse las revisiones pertinentes, evitar el consumo de tabaco y alcohol, controlar las grasas en sangre (colesterol), no llevar una vida sedentaria y prevenir la obesidad.

     

    A la hora de iniciar una terapia concreta, es importante realizar una valoración previa para adecuarla a cada caso. ¿En qué consiste en líneas generales?

     

    Los terapeutas ocupacionales nos centramos fundamentalmente en el desenvolvimiento del paciente en sus actividades de la vida diaria, por lo que mediante una entrevista con el paciente y/o su familia detectamos las necesidades de cada caso. Asimismo le damos una gran importancia a la participación, por lo que procuramos averiguar las actividades que le resultan más placenteras a la persona de manera que incluyéndose como parte del tratamiento aumentaremos su motivación.

    Si nos demandan la posibilidad de realizar algún tipo de adaptación en el domicilio, una visita al hogar se hace imprescindible.

     

    Creemos en las bondades de la tecnología bien aplicada. ¿Utilizas algún tipo de innovación tecnológica en tu trabajo diario?

    En la actualidad no estoy ejerciendo como terapeuta ocupacional, pero soy una ferviente defensora del aprovechamiento de la tecnología  para realizar los tratamientos. Los programas son cada vez más intuitivos y personalizables, y no me cabe duda de que con el tiempo la telerrehabilitación será algo cotidiano.

     

    Tienes una actividad frecuente en redes sociales y creemos que puede ser un potente altavoz para la concienciación y el aprendizaje. ¿Consideras que pueden suponer también una vía de participación social para nuestros mayores?

    Sin ninguna duda, de hecho cada vez son más las personas mayores que pierden el miedo al ordenador y se aventuran a navegar por la red de manera participativa. Lo único que señalaría es la necesidad de una adecuada orientación para que puedan detectar y evitar los peligros, que también los hay.